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Agradecimientos magistrales


Suelen tener un aura saturada de formalismos que los perfila como poco veraces o sinceros, pero en el fondo, son preponderantes y operan como una estrategia para canalizar y tangibilizar genuinas, profundas y sentidas emocionalidades. Sentimientos de significativos momentos que logran esculpir certera descripción, las palabras. Son como una catapulta: toman impulso desde la retrospectiva de nuestros recuerdos –sonrisas y lágrimas entre ellos–, trazan una parábola cronológica de nuestra experiencia, y nos proyectan, empujandonos, hacia aquella declaratoria alegórica de Andrés Hurtado García sobre de la existencia, donde no invita a: "…inventar caminos; soñar inmensidades, avistar y ganar lejanos horizontes; huir del destino de los sedentarios, amar por encima de todo la suprema libertad de los nómadas… ¡He aquí la vida!"


Sí, Sabio, el amor como principio es la fuerza que hace que todo sea posible. Con unos cuantos datos estadísticos en la ecuación pero, en buena medida, con una inmensa, crédula y transoceanica fé sobre nuestras capacidades humanas sensibles, nos aventuramos al movimiento y al sonido, en mi caso particular. En este sentido –y en su infinidad y diversidad de matices, intensidades y dimensiones, quiero expresar mis agradecimientos, al respecto de este tránsito por estas reflexividades y experimentaciones corpomusicadas realizadas en estos estudios para confirmar los votos de una maestría y particular poiesis artística.


Mi venia, en primera instancia, a mi tutor, el maestro Álvaro Hernandez, por permitirme una dinámica de trabajo absolutamente libre y llena de confianza para avanzar a mi ritmo y forma en este proyecto. Ello ha sido determinante. También a los maestros y las maestras de la maestría: Martha Bustos, Andrés Foglia, Alejandro Gamboa, Carlos Ordoñez, Jorge Peñuela, Diana León, Andrés Corredor, sus afinados y amables discernimientos vividos en los encuentros de clase fueron determinantes y sumaron a mi perspectiva. A los, las y les compañeres de curso, en especial, a Teté Quijano, Gina Jaimes y Diana Rodriguez –muy cercanas a mi quehacer en la ASAB– cuyos postulados, narrativas, actos y prácticas nos ejemplos de vida que me nutren la carne y el pensamiento en la construcción de mi dominio de declaración.


A los y las artistas, colegas y amistades que menciono a lo largo de este texto, a quienes dedico las creaciones y reflexividades aquí consignadas. Fueron, son y serán un reflejo fundamental. Entre ellos, ellas y elles, Rafael Palacios, Andrea Bonilla, Diookaju, Jairo Cuero, Rene Arriaga, Catalina y Natalia Mosquera, Milo Cabiedes, Astergio Pinto, Liliana Angulo, Beatriz Balanta, Antonio Vilchez, Guillem Alonso, Vuyani Feni, Noelia Hernández. Sus acciones, enunciaciones, sonoridades y bailes me cobijan. Junto a mis instrumentos son la ancestralidad que me permite esta autoenunciación. Gracias por ayudarme en esta identitaria autodeterminación.


A la maestra Marta Ospina, quien me motivó a realizar estos estudios. Su presencia, figura, danza y palabras, siempre inspiradoras en distintos momentos de la vida. Al maestro Carlos Martinez, a quien prefiero llamar compañero, con quien de una u otra manera, en la cercanía del camino compartido, en la formalidad del trabajo académico o en la distancia de nuestros serpenteantes caminos, ha sido una referencia repleta de generosas, profundas y sinceras interlocuciones que siempre me han servido para iluminar mi sonoro y danzario dromedar, incluso en los momentos más sombríos.


A mi familia, Lucila, mi madre, Kelly, mi hermana, Diego, mi hermano, y Luis, mi padre, por su abnegado apoyo, presentes siempre en momentos determinantes. A mis primas, primos, tías y tíos, a toda la familia, mi triétnica y mestiza herencia. A mis más cercanas amistades y colegas de vida, Mónica Burbano Villa, Edwin Ospina, Kike Harker, Juan Arbaiza, Pedro Jackson, Victoria Laverde. A Diana Ramírez por el aguante de estos últimos meses. También a Adriana Muñoz, Katherine Padilla, Mariana Fisicaro, Daniela Sandoval, Gabriela Ramírez, Gustavo Valenzuela, Valentina Robertson, Daniel Matallana, Santiago Londoño, Ivette Gómez, Estefanía Ramírez. Todo pulsosvitales+alivetap+BOGOTAPfest, todo Cortocinesis. A María y Juanita Franco Franco, a Héctor Tascón y Luis Fernando Castiblanco; y sin lugar a dudas, a Bertha Quintero y Catalina Roldán. A todos y todas, gracias por la generosidad, la atención, el amor, el cuidado y la complicidad compartida en la escena y en la vida.


Aprovechando esta danzaria casualidad, extender estas líneas a las nuevas colegas que tuve el placer de dirigir en La comunidad de libres. Aquí, Anamaria Guevara, Alejandra Raigoso, Mónica Hernández y Vanessa Salgado. Con especial deseo y admiración, quedo atento a la confirmación de esta ceremonial acreditación por parte de Azud Romero, Zurley Camargo, Leslie Flores, Lorena Ramírez y Sofia Soto, en el futuro próximo. La maestría dancística yace ya en vosotras. Gracias por lo bailao.


En definitiva, estos protocolarios y sentidos saludos buscan recoger los hechos –y la sensación de estos– impresos en el cuerpo, confirmados por el sudor, la agitada respiración acompañada de miradas íntimas de momentos únicos de ilusiones, fracasos, ansiedades, nerviosismos, descubrimientos y construcciones. Son una reverencia a los aciertos y desaciertos de mi soledad, como escribía hace un par de lustros en Espacios de Fuga, mi handy-ground to play que espero pronto traer a la realidad; una veneración a todo aquello que hoy nos permitió dar este paso, este nuevo escalón; ofrenda a las cumbres alcanzadas, a las batallas perdidas, aquellas que no forjan más conscientes y amorosos. No necesariamente fuertes pero sí, más fértiles.


Así, en medio de esta intensa emocionalidad, y siguiendo la declaración del prócer con quien identificamos nuestra Alma Mater, en tanto “espacio para la apropiación, cuestionamiento y enriquecimiento del saber universal”, confirmar la alegre convicción y el afecto incondicional por esta profesión, que sabemos esencial para la vida humana, y aunque por efímera y fugaz que se nos presente haciendo difícil aprehenderla, lo que, justamente, nos exige e invita, es entrar en sus dominios, en su legislatura; es decir, vivirla, danzar la danza… amarla.





Julián Garcés Ocoró

Diciembre 9, 2022

Bogotá, Colombia



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